Tragedias ajenas y desgracias personales, inevitablemente me ponen triste. Dentro del abanico de posibilidades que ofrece la vida, la sensación de dolor nos electriza el cuerpo. Pero no existe mayor castración para el alma que la imposibilidad de sentir, aunque paradójicamente, la situación misma de sentir en estos momentos nos ponga tristes. Si uno no asume riesgos, si uno no se lanza, es imposible abrazar la verdad el ser, que es constante cambio, búsqueda, transformación. Ególatras, ciegos y presos de nuestro propio egoísmo, destruimos nuestra propia psiquis constitutiva: el ser para, extender la mano y brindar la caricia. Vaya paradoja que bailotea sobre nuestra existencia: si no sufrimos un poco, no sabemos que es la felicidad; si no hay oscuridad, la luz no se nota mis amigos. Pero de la imperfección vive el hombre, de moldear su constitución atraves de las imperfecciones para intentar ser menos imperfecto. La aceptación de el error, como esencia misma, y que en el germen de su causa se proponga el cambio para que todos vivamos mejor, debe ser el imperativo categórico de nuestros días. Es el descubrimiento máximo de ese explorador que ha pasado hambre y sed en el desierto, que egoistamente preocupado por su propia supervivencia, ha olvidado la única verdad que rige nuestra existencia y nos hace libres: la verdadera felicidad, es compartida.
miércoles, 1 de abril de 2009
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2 comentarios:
Muy bueno. Nietzsche.
Una vez mas me partiste Alex de Large. Dichoso el ser que entienda como funciona esa cabeza, donde se mezcla lógica, dolor, alegría...sentimientos.
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