miércoles, 2 de abril de 2008

Juguetes Rabiosos

Truman Capote genero una ruptura transcendental en la historia de la literatura, no tanto por mezclar conceptos de la realidad y la ficción, sino más bien por el efecto que tenían sus escritos en el público general. No fue, como muchos críticos fanáticos de The New Yorker (que luego se sintieron traicionados) sostuvieron que Truman había rescatado la miseria humana al contar con total sutileza el proceso que lleva a un crimen, no. La miseria humana había sido captada muchísimo antes por Twain, Capote, tal vez sin quererlo o por estar condenado a un amorío con uno de los criminales al que el visitaba, llevo la criminalidad a sus aspectos más humanos. En definitiva, la puesta en escena de Capote era intentar mostrar el lado más humano y comprensible de quienes habían cometido un crimen. Fue tal vez, el nacimiento de una suerte de progresismo literario el que emergió de aquel.
La historia de la criminalidad tiene dos procesos centrales. El primero con el advenimiento de la modernidad y los grandes encarcelamientos. En aquel entonces, la población es el recurso más preciado para hacer mover la maquinaria precapitalita y debe ser atentida. Volvemos a traer una vieja cita de Foucault: ..." se debe ejercer sobre los individuos en tanto constituyen una especie de entidad biológica que debe ser tomada en consideración si queremos precisamente utilizar esa población como maquina de producir todo, de producir riquezas, de producir otro individuos, etc"... El criminal el loco no es considerado ciudadano, se le quitan sus derechos y es encerrado. Con el advenimiento del siglo XX, la psicología y las pruebas de inteligencia de Binnet, lentamente se inicia la ruptura del mito de que una mente criminal esta biológicamente determinada. Un a priori Kantiano, una constitución genética que ahora, gracias a la ciencia, queda conceptualmente nulo: el sujeto, posiblemente no nazca malo.
Las nuevas metodologías y el movimiento humanista criminal pone a la sociedad en aprietos. Tal como sostenían los Marxistas (quienes no reconocían a la justicia como tal ya que era un aparato mas del poder dominante en beneficio de unos, y en perjuicio de otros), el criminal o el loco podían ser residuos de una sociedad que no funcionaba del todo bien; sus aparatos para discernir lo bueno de lo malo ya no funcionaban con individuos monstruosos propios de su creación. No se estaba preparado para esto, no se estaba preparado para eliminar el corte, caímos en un relativismo infinito, secuenciales cadenas de maldad a la que estado no sabe dar respuesta.
Tal fue el caso para todos aquellos que somos fanáticos de Hannibal Lecter. Bastaran las tres películas para concluir que nos enfrentamos a un ser condenable, a un asesino sin igual que siente placer cuando mata y devora. Es el malo, no hay dudas. Pero ya al final del Dragon Rojo, empezamos a observar un villano más relajado que alega matar a gente que hace daño o que posee mal gusto. No nos convence hasta que llegamos a Hannibal Rising. El film nos muestra a un niño aterrado, donde su familia ha quedado atrapada en el fuego cruzado entre el Eje y los Aliados, muriendo acribillada. Posteriormente, el ahora huérfano Hannibal queda a cargo de su hermana, la pequeña Mishna, que mas adelante seria devorada por un grupo de mercenarios Rumanos*.
Tal como con Capote, se ha humanizado al criminal, lo hemos perdonado parcialmente, lo entendemos aunque en cierta manera jamás quisiéramos ser una de sus víctimas. Un tercera vía en la historia de la criminalidad, en un mundo mejor seguramente habrían menos locos y criminales.
* El pequeño Hannibal inconscientemente también ha devorado a su hermana, pues a recibido un plato con comida el cual ha deglutido en un estado de total somnolencia. Ya maduro, los recuerdos de su inconsciente salen a la luz potenciando la demencia.

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