Inglaterra

Si ya a mis veinticinco años de vida, me pesan las piernas, estoy frito. Con un firme deseo de que el aire helado me perfore los pulmones, salgo al trote por aquellos verdes prados de la oscura Inglaterra. Nosotros, que somos adictos a esa belleza que es el conocimiento, sabemos que todo lo que la pasión construye, el lo destruye. Pero lo escuche en una película que ya no recuerdo: la belleza es un atractivo llamado hacia la muerte, y yo estoy adicto al dulce sonido de su sirena.

Firme el trote, se intenta mantener el ritmo. Un bosque me agarra desprevenido en pleno anochecer. Siento que estoy atravesando uno de los mejores instantes de mi vida (si, la vida es un instante).El tiempo se ha suspendido. Ya no queda mas, mas que esa sensacion de naturaleza indomable que ha presenciado siglos de historia humana: desde los primeros asentamientos vikingos, pasando por la civilizacion Romana hasta mercaderes medievales. Uno tiene que estar ahí para sentirse observado, pero en tanto pispea a los alrededores no hay nadie (aunque sospechamos que si hay alguien). Existe una magia sin igual en ese espacio, de la cual lamentablemente hemos sido privados. Hay un mundo, aunque no lo veamos, allí mismo en forma de cascada. Dicen que si uno toma un baño en sus cálidas aguas, el dolor desaparece; dicen que es un lugar muy especial al que llaman paraíso.