Alex (y no quien les habla, sino otro Alex) era un buen tipo. Dotado de algunos adjetivos envidiables para el común de los mortales, fue un tipo talentoso. Pero sobre todas las cosas, fue una buena persona, un buen amigo. En un evento informal, dijo:
“Sé que me queda poco, porque así yo lo he decidido. Planeo vivir unos dos o tres años más, quiero escribir algunas cosas y ayudar a alguna gente. Cuando haga eso, luego, viajare un poco e intentare acostarme con mujeres hermosas. Una vez concluido, me borrare de esta vida para siempre”.
Capaz porque estábamos borrachos o muy preocupados con nuestras cosas como para que nos anden amenazando, no le dimos importancia. Tiempo después, Alex hizo escribió lo que tenía que escribir. Contribuyo a la ciencia de la manera que él pensaba. Se acostó sin mucho éxito con algunas mujeres y ayudo a la gente (al menos en parte) que quería ayudar. Finalmente un coctel químico letal le reventó el sistema nervioso, y el Alex cumplió con su promesa. Borro su existencia de esta vida para siempre, y solo vivirá en aquellos que lo recordamos hasta que nosotros también lo acompañemos.
Alex era un buen tipo. Nació con ciertas habilidades pero también con un nivel de sensibilidad altísimo. Se canso (eso dicen) de sentirse triste constantemente (aunque reconoce haber tenido vacaciones de felicidad). Se sintió traicionado por algunos y fue consciente de que daño sin querer a gente importante en su vida. Pero lamentablemente para él, la vida le presento algo que sus modelos no estimaban: que el perdón es finito y que existe algo llamado “es tarde”. Se canso también de la falsa promesa “todo pasa” porque cuando salía de una, caía en otra. Pero el problema no estaba en el afuera, el problema estaba en el mismo Alex y su manera se sentir las cosas; y lamentablemente para él, las sentía de una manera mucho más aguda que el resto. Solo el tiempo nos engañara y la cosa seguirá funcionando (porque uno se muere, pero el mundo sigue su marcha). Por suerte, Alex firmo una paz definitiva. Adiós y gracias.