martes, 2 de septiembre de 2008

Esa ciudad podrida: Bangkok.

Hará unos años atrás, estuve de visita por Bangkok. Hoy me entero que hay cierto revuelo a causa de que el movimiento “Alianza del Pueblo por la Democracia”, convocó a todo tailandés bien nacido a defender la democracia.
No estoy muy al tanto de que es lo que ha generado todo este caos, pero leo por allí que se acusa al primer ministro de ilegitimo (not chosen by the people).
Siempre me pareció (luego de haberlo visto, claro) que la pax tailandesa recaía en un delicado equilibrio de fuerzas antagónicas, siempre al borde de caos, y no precisamente porque veía a los grupos de interés manifestarse. Esto ultimo es lo notable, la pasividad de los mismos. Uno podía caminar por Bangkok mientras la gente se arrastraba desnutrida al costado de la calle. Tampoco existe una clara división entre pobres y ricos (por ejemplo, nucleados en barrios) sino que la distribución de las casas sigue una sucesión aleatoria una al lado de la otra (cada cincos chozas, una casa rica).
Mientras el pueblo evidencia una notable falta de alimentación y niveles básicos de subsistencia, los templos budistas brillan internamente. Dentro de cada templo, hay por lo menos algún buda de oro macizo. No estamos sugiriendo ese elemento trivial de contrastar la hambruna de la maza con el oro de las religiones (los saqueos eclesiásticos durante la revolución francesa tuvieron explicaciones altas en complejidad), pero si es notable que en pleno auge de los derechos humanos, aun tengamos en nuestro esquema a una sociedad cuasi medieval.
Posiblemente, valga aquí aquella enseñanza de Buda: “ningún objeto merece ser deseado”; a lo que nosotros preguntamos: ¿inclusive el pan que calmaría el ruido de nuestro estomago? Por supuesto que no se entiende cómo superan esa contradicción entre la concepción no materialista de Buda y la amalgama de oro (excesivamente barroca) dentro de los templos (como el obsceno reclined buddha); pero aquí en Iluminatios nos cuenta creer como un tipo que pesa más de 200kg cree en la autodeterminación del individuo. Cosas inefables de la historia.

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