domingo, 6 de enero de 2008

Vamo' a tomar... vamo' a tomar....(II)

Es que ya lo dijo Rollo Tomasi, me quedo tranqui y me fumo un porrito. Hay un sentimiento ambivalente en los tiempos que corren. Por un lado, una ausencia de ética. Por el otro, una efervescencia de nihilismo mal interpretado donde vale todo, y que al fin al cabo nos sentimos libres. Aunque me siento más identificado con la segunda postura (si me habré tenido que comer ignorantes homosexuales mal interpretando mis comportamientos por mi filosofía liberal) me pongo en analítico de moral y concluyo lo que sigue. La moral, luego de de la edad media (el fin de la promesa de un paraíso en la trinidad) prometió algo que no fue. Una suerte de ilusión Marxiana, donde los propios enunciados del modelo se contradecían con el sistema mismo. Porque, ya lo dijo Bauman, la modernidad propuso directrices morales de respeto entre las partes sabiendo que luego se vendría la pregunta animal: Pero dígame… ¿Por qué esta mal matar? La modernidad sabia que esa pregunta seria obvia, pero de la misma manera que no tenía respuestas, apostaba a la filosofía comunista del que el concepto penetraría en el subconsciente de los agentes. Luego, se aceptaría como una verdad absoluta. La postmodernidad corrió en velocidad más rápido que la tasa de impaciencia de los individuos sociales. Si la moral no prometió luego de la guillotina francesa respuestas lógicas a porque una moral debe ser aceptada sin ningún tipo de cuestionamiento, a porque un mandamiento vertical que proviene de un “no sé donde” debe ser acatada por un “uno más”, la paciencia se acaba. La promesa de una respuesta se va con el reloj de arena. Definitivamente, el paraíso no existe y no hay porque respetar la moral más allá de juego social y los castigos que esto implica. Algo así como una naranja mecánica, que planea sus comportamientos en base a una lotería de premios castigos, porque la moral es eso, nada más ni nada menos.
El problema de occidente fue ver que el cristianismo le meta el dedo en el ano durante dos mil años. También el desenfreno griego en busca de una claridad que limpie de pecado su miserable polis. Cuando uno aprende historia, aprende que sus miserias están explicadas por un desarrollo de sus antepasados, que la idea de hacer el bien, cada vez nos hicieron más miserables. Podemos amar a cualquiera, salvo nuestros semejantes, precisamente porque se nos parecen. Este hecho basta para explicar por qué la historia es lo que es.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si vos las pones, yo llevo unos poemas goticos... la alquimia la hacemos con la noche: infinita.