miércoles, 13 de agosto de 2008

Entre la Rosada y San Anselmo de Canterbury

Para los que decían que el hijo de Alfonsin les recordaba lo peor del Radicalismo (un rejunte de con ideas nobles pero increíblemente con poco carácter), a mi me asusta mas su cara de perdedor. Pero según dijo, entre los tres (el, papá y Cristina) estuvieron hablado de filosofía.
Horas después, dicen que Cristina se retiro con una cara larga de preocupación. No, no fue por ver a la democracia hecha carne tociendo flemas de pulmones castigados por un promedio invierno, sino que en hora buena, entendió el concepto de poder según Foucault:
El poder carece de esencia, es operatorio. No es atributo, sino relación: la relación de poder es el conjunto de las relaciones de fuerzas, que pasa tanto por las fuerzas dominadas como por las dominantes: las dos constituyen singularidades, el poder inviste (a los dominados), pasa por ellos y a treves de ellos, se apoya en ellos, del mismo modo que ellos, en su lucha contra él, se apoyan a su vez en las influencias que ejerce sobre ellos.
El primer golpe, fue entender que alguien tan respetado como Foucault entiende al poder como un ejercicio de física del secundario.Así es, no es nada más que un entretramado puntos interconectados. El segundo golpe, fue verse dentro de ese plano como uno de los tantos vectores o nodos, y no precisamente como se creía originariamente: la resultante.
Cristina bebió un poco de agua antes de retirarse mientras don Raulo la observaba con ojos de sabiduría. Una risa extraña que proviene de una habitación de adjunto inquieta a Raul. -¿Que sera?- Se pregunta asustado. Con un gesto complice y casi sin decir, Cristina agarró la mano derecha de Raulo (tantas veces estrujada contra su par izquierda) mientras le susurra al oído: "Tranquilo, los verdugos raramente ríen, o su riza es de otro tipo".

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