viernes, 25 de julio de 2008

Historia del pesimismo filosofico (I)

Ahora bien, con la tesitura Kantiana tenemos una novedad: El objeto me determina, pero nosotros determinamos al objeto. Durante el siglo XX, la física quántica demostraría formalmente lo que Kant ya había anticipado hace más de un siglo*. Pero es justamente ella la encargada de escribir nuestro segundo capitulo sobre el pesimismo. El principio de incertidumbre de Heisenberg nos dice que es imposible predecir cual será la posición de un electrón de un momento a otro. Si en definitiva, la materia esta compuesta de átomos y electrones, quiere decir que somos un compuesto aleatorio. ¿Pero he aquí la solución a la condena mecánica de siglos anteriores? Anacrónicamente, Hume defendió que el azar no debía ser confundido con libertad. Que una variable tome valores aleatorios en cada momento del tiempo no significa de ninguna manera que es mas libre que una que no lo hace. Tiene sentido. ¿Por qué se ha asociado históricamente que la libertad y el azar tienen alguna similitud? Solo es azar, y no libertad.
Si la física mecánica y quántica se encargaron ambas de romper nuestro idilio del libre albedrío, ¿Qué nos queda? Perdón ¿Qué es la libertad? Una vez más con Kant, el volvió sobre este punto. Partiendo de la división Platónica apariencia y realidad realizo el siguiente ejercicio: si tuviéramos acceso al mundo noumenico, y por ende, tendríamos una clara distinción entre lo que nos hace verdaderamente bien y mal… ¿Dónde estaría la libertad ahí si simplemente estamos eligiendo lo que nos reporta mas utilidad? ¿No seriamos acaso una simple maquina calculadora de placeres y dolores? Entonces resuelve el asunto de una manera un tanto escabrosa: la libertad es elegir el mal sobre el bien, aunque en términos de placer me conviene el bien. Más sencillo, soy libre eligiendo porque pude elegir el mal aun sabiendo que esto no me era más conveniente. Fue tal vez uno los argumentos más trillados del Kantianismo, pero seguramente de los mas nobles.
*Kant lo expuso en términos filosóficos y luego la física lo formalizo con el "efecto del observador". El acto del observar (sujeto que observa) cambia los patrones de comportamiento del objeto que es observado (objeto).

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