El asunto de la libertad nos ha tenido siempre muy intrigados. Si mi amigo Rollo se proponía en algún momento escribir “La historia del pesimismo económico”, yo intentare escribir “La historia del pesimismo filosófico”.
La libertad y el hombre: San Agustín, Santo Tomas, algunos de los valientes que se le animaron a la versión optimista. Incluso se llego a decir que dios, infinito, se había atado de manos para poner límites a su propia infinitud con tal de otorgar cierto margen para el ejercicio del libre albedrío.
Con la modernidad el asunto se hizo interesante. Newton no solo aporto la primera idea que años después nos llevo a la luna, sino que también nos indujo a pensar que si nosotros somos un cuerpo más en el espacio físico, estamos regidos por las mismas leyes que la manzana que lo inspiro. Primero Hume intento reconciliar el argumento para poder armonizar su filosofía practica. Bertrand Russell se encargo, por su parte, de recordar las consecuencias filosóficas del asunto: ¿Cómo podemos ejercer nuestro libre albedrío si estamos regidos por leyes físicas? Fue la física mecánica, la encargada de escribir el primer capitulo en nuestro pesimismo.
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