Antes de meternos en nuestro tercer capitulo del pesimismo, vale la pena recordar esa maravillosa reflexión Hegeliana: Mas que seguir dando vueltas en el mundo de la apariencia y realidad, preguntémonos mejor el porque se ha creado esta apariencia en la absoluta realidad. ¿Un genio maligno Cartesiano? ¿Un ejercicio retórico del imperativo categorico Kantiano para que auto limitemos nuestra libertad? La respuesta parece ser un silogismo que no presenta solución, un esbozo de Pedro Damián: Nosotros, los humanos, deberíamos dejar de intentar imponer nuestra lógica en la mente divina. Dios es capaz de cancelar el pasado.
Nuestro tercer capitulo de la historia del pesimismo filosófico. Hoy vivimos tiempos interesantes, no hay que menospreciarlo. El desarrollo de los grandes programas que estudian el cerebro ha propuesto que pueden brindarnos placer y dolor en frasquitos. Están en condiciones de alterar partes especificas del cerebro para experimentar grandes momentos de placer y- para aquellos amantes del sufrimiento- del dolor. Las sensaciones de amor, odio, placer, ira pueden ser suministradas inmediatamente a través de la manipulación cerebral. ¿Hemos accedido al mundo verdadero (noúmeno)? ¿Se trataba todo de una pura composición química? Pero una vez mas, a pesar de que podamos elegir una risa y un llanto (solo digámosle al neurólogo que parte estimular), ¿Dónde esta la libertad en eso? ¿En simplemente-como argumentaría Kant- en elegir el mal sobre el bien? ¿Dónde estaría así la diferencia entre nosotros y cualquier particular que ande dando vueltas por el universo? ¿No es el ser feliz el bien supremo de todo hombre?- se preguntaba San Agustín- he aquí la solución: una estimulación correcta de determinados sectores neuronales. No hacer más nada entonces, la búsqueda ha concluido.
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